El comentario de hoy, jueves 5 de septiembre 2024
¡Aunque usted no lo crea! Oaxaca tiene en esta Sexagésima sexta legislatura federal, al menos 16 diputados y diputadas, además, 3 senadores y 3 senadoras. De los primeros, hay por lo menos cuatro que se reciclan, es decir, que al terminar dicha legislatura habrán sorbido de la ubre presupuestal del Congreso, 9 años, sin que la ciudadanía oaxaqueña les reconozca una sola iniciativa, una propuesta o una ley, que nos haya beneficiado.
En esta camada de legisladores hay quienes llevan tatuada en la frente la traición, el oportunismo, la tránsfuga y la falta de principios. Un senador de la República lleva el estigma de un pasado delictivo, vinculado al huachicol, esto es, al robo de gasolina. Usted se preguntará: ¿y son éstos y éstas quienes nos habrán de representar en la más alta tribuna del país? Lamentablemente así es. Dice una vieja conseja popular que los pueblos tienen los gobiernos que merecen y, por supuesto, también los representantes populares.
Un análisis del perfil de dichos personajes nos da cuenta de que, si acaso, un tercio de los mismos saben o tienen noción del quehacer legislativo. Es decir, el resto está tapado. No tiene ni remota idea de lo que hará, claro, además de levantar el dedo y seguir la consigna de sus directivos, partidos o pastores de la borregada. La mediocridad, la ignorancia y el sectarismo serán sus cartas de presentación. De sus perfiles académicos o laborales, mejor ni hablar. Se cuentan con los dedos quienes tienen un reconocido nivel académico.
De quienes repiten por tercera ocasión -3 mujeres y un hombre- en la Cámara de Diputados federal, se pueden preguntar: ¿hay algo que se le reconozca en sus distritos? ¿Han subido a tribuna para gestionar recursos adicionales u obras para la ciudadanía? Tengo la certeza de que ni siquiera los conocen. Llegaron a pedir el voto y los ingenuos se los otorgaron por inercia o ignorancia.
Lo peor de todo ello es que, amén de sus informes de labores insípidos e intrascendentes que suelen hacer, a nadie rinden cuentas, al menos en Oaxaca. Son anodinos, inútiles, oscuros. Sólo trascienden por sus torpezas, como el ex senador que, recientemente promovió un ritual según él indígena, en donde sacrificaron a una gallina en la sede del Senado u otra diputada que, para huir de un debate, sostuvo que tenía otra prioridad: ir al baño.
La ciudadanía debe exigirles cuentas. Los organismos de la sociedad civil organizada deben, al menos, llevar una bitácora del quehacer de quienes se asumen nuestros representantes. Como decía ese gran intelectual mexicano y crítico sistemático de la hegemonía priista: don Daniel Cosío Villegas: hay que hacer pública la vida pública. Total, comen y comen bien de nuestros impuestos. (JPA)